13 abr 2010

De vuelta a la jungla

No entiendo por qué hoy el señor que atiende el cafetín de mi universidad, sentado en su puesto de trabajo detrás de la caja registradora, me ve de arriba a abajo con cara de que lo estoy molestando y me manda bruscamente a la caja de al lado, como si yo le acabara de faltar el respeto por pensar que él estaba haciendo su trabajo.

No entiendo por qué dos veces en un mismo día en lugares diferentes al pedir Nestea me sirvieron Lipton.

No entiendo por qué todas las mujeres de mi universidad llevan puesto el mismo reloj horrendo de color chillón, cuando se supone que ya una vez pasada la adolescencia se tiene la edad suficiente para tener personalidad propia.

No entiendo por qué en la lluvia de ayer pasó un carro a toda velocidad emparamando a unas pobres personas que se resguardaban amontonadas en el techo de una parada de autobus.

No entiendo por qué nunca puedo llegar a mis clases de la mañana, cuando cada vez me levanto más temprano para incorporarme a la cola.

Definitivamente sólo bastan unos pocos días de viaje para que, al volver, nos sintamos cual naúfragos intentanto sobrevivir en la peligrosidad desconocida de una jungla salvaje.
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