30 oct 2011

Famous last words


Famous last words are overrated

"Las últimas famosas palabras están sobrevaloradas"

-No pude despedirme, sólo pude enseñarte mi nueva falda de flamenco y dar una vuelta con mucha elegancia para hacerte sentir la abuela más orgullosa. Te enseñé los pasos nuevos aprendidos y te conté de mi próxima presentación, no quería que la perdieras por nada del mundo. Sin querer preocuparte te hablé como de costumbre, cuidando no cambiar mi tono de voz ni la trivialidad de la conversación, comentándote que ensayaría esa tarde con mucha dedicación. Te dije que te quería mucho como cualquier otro día antes de salir, sin adornos ni floreos, sin hacerte notar que algo estaba mal. No me atreví a decirte cuánto te extrañaría. Te pensaré cada día.

-No pude despedirme, estaba a miles de kilómetros de distancia en la imensa alegría de las vacaciones navideñas, no pude acompañarte ni formalizar mi despedida. No te dije que a pesar de tu caracter y el mío, siempre te quise, y lo hice más que nunca en los últimos años que me permitieron ver que el sentimiento era mutuo. Te llevaré siempre en el color de mis ojos sin olvidarme de cuánto he crecido.

-No pude despedirme, llamaste por teléfono a final de la tarde y estaba distraída, concentrada en no perder el hilo de una conversación, probablemente irrelevante. Con toda la prisa del mundo, como quien cree que se le va el tiempo y no puede perderse un instante te saludé y te comuniqué el teléfono, todo sin saber que sería la última vez que escucharía tu voz. No pude decirte cuánto significaste para mi desde que tengo memoria, cuanto pedí y luego di gracias a Dios por curarte de tu enfermedad, cuanto disfruté cada visita extra que me concedió. Paris será tuyo para siempre.

Y así, sin haber existido grandes y memorables palabras de despedida me despido cada noche de ustedes antes de dormir, duermo tranquila y protegida sabiendo que a la mañana siguiente me esperan al despertar con un saludo, sin soñar remotamente en despedirse, con una nueva bienvenida que darme.

23 ago 2011

Un domingo, un atardecer


El sonido de una guitarra española al oido, el aroma de agua salada a distancia, los rayos de puesta de sol en sus brazos y el penetrante sabor de un buen vino tinto le permitían cerrar sus ojos por tan solo unos segundos.

Esta combinación soñada, este manjar perfecto que solo podía pertenecerle a los Dioses podía únicamente acariciar de lejos el vacío una vez ocupado por sí mismo a plenitud. Unos segundos de aparente tranquilidad, un parpadeo para esquivar las horas despiertas.

¿De qué sirve un majestuoso afrodisíaco apoderándose de un cuerpo solitario un domingo por la tarde?

Una música que solo mueve el alma al compás de la melodía a otros brazos en los cuales reposar, un horizonte que debe verse en compañía para no perdernos en las profundidades de nuestra propia mortalidad, un calor que no calienta si no roza con otro que a su vez requiera calor, un sabor que solo permanece si se comparte de labio a labio.

Hay ciertas cosas que compartir, hay ciertas personas a quienes extrañar.

25 may 2011

Color sepia


Una foto bajo la almohada es todo lo que necesita para dormir, no tuvo hijos ni nietos que le den las buenas noches ni un esposo a su lado para abrigarla en su sueño.

No se siente tan sola como otros pensarían, el amor de su vida la acompaña cada noche en un silencio perfecto capaz de acurrucarla para dormir, tal como lo ha venido haciendo todos estos años. Una imagen borrosa y desgastada muestra el rostro de un joven lleno de vida. El brillo de sus ojos resalta sobre el mundo color sepia que lo rodea. Una mirada que no necesita voz para hablar por sí misma, una sonrisa que no busca esconder el estallido de felicidad que sucede en su interior. Cada centímetro de su semblante se plasma como óleo en lienzo para siempre enamorado.

Su manera de acostarse cada noche ha sido la misma desde el día en que no supo más de él. El dulce de ciruelas que aprendió de su abuela y su taza de manzanilla caliente son sus más deseados placeres nocturnos, los únicos capaces de reconfortarla tras su pérdida. Toma sus lentes y reza el rosario tranquilamente como sabe hacerlo desde pequeña.

Esta noche contempla su foto por más tiempo que de costumbre. Pareciera percatarse por primera vez de cómo el tiempo ha hecho de las suyas. Le duele ver a su amado borrarse, desvanecerse, acabarse con el tiempo. Su memoria es frágil y los años transcurridos son muchos. Le aterroriza que sus recuerdos terminen por desembocar en el olvido junto con aquel pedazo de papel.

Un único pensamiento le resulta reconfortante y la lleva al más placentero de los sueños: tiene la absoluta certeza de que en algún lugar del mundo está él, contemplando una imagen color sepia de esa niña mucho más joven que por temor a desafiar las reglas, le hizo creer que lo olvidaría para siempre.

17 may 2011

Una historia


La suavidad de aquellas hojas leídas tantas, tantas veces. Esas hojas desgastadas que demuestran que han sido recorridas sin temor, con propiedad. El sonido al pasar la página, uno de sus placeres más anhelados que por nada cambiaría. Las letras de su libro favorito le hablan al oído y llegan a lo más profundo de su alma. Llegan despacio al rincón más alejado de sí mismo, como calor reconfortante y dulce sabor.

Cada imagen la conoce y puede dibujarla en su memoria, cada título, cada línea, cada punto, coma y exclamación. Cierra los ojos y puede recitarlo con precisión. Puede recordar cada emoción vivida, cada interpretación otorgada y cada nueva reflexión encontrada.

Sus personajes despiertan de un plácido sueño y cobran vida una vez más. La historia comienza de nuevo..

13 abr 2011

Más fácil


Un atardecer en un lugar inesperado, un chocolate exótico que jamás soñaste en probar. Una sorpresa por correo, una carta espontánea, una anécdota divertida. Una llamada que dura horas y una espera que se hace eterna. Un cumplido no siempre tan merecido, una sonrisa porque sí. Una mirada en silencio y un beso a distancia. Unos segundos de reflexión en común, un día para enseñar algo nuevo, una foto para compartir y un libro que recomendar. Un consejo, un "te quiero", una receta por preparar y unos cuantos lugares por visitar. Una razón de desvelo, una despedida cada noche antes de ir a dormir.

Ser feliz se hacía más fácil de lo que imaginaron...

7 abr 2011

Otro día


Pasa las noches en un estado consciente difícilmente asimilable al sueño. El inexorable sonido del despertador le recuerda su suerte y con su desafiante tono lo reta a intentarlo una vez más. Luego de tomar un baño frío y vestir su indiferencia toma una barra de granola y su termo de café negro, sus dos nuevos acompañantes desde el día en que descubrió que le tocaría desayunar solo por el resto de sus días.

Se ajusta esa corbata que escogió sin mucha atención antes de montarse en el carro, e inevitablemente recuerda cómo ella solía amarrársela a diario como preámbulo de un beso, una risa y una que otra picardía matutina.

Su día de trabajo no se diferencia de la pesadilla en la que se ha convertido las últimas semanas. La redacción de contrataciones internacionales se ven vilmente interrumpidas por el intoxicante aroma de su cuello. Firma sin cuidado liquidaciones al tiempo que dibuja en su mente el recorrido de su espalda. Negocia con clientes intentando alejar el sonido al oído de su respiración que invita a dejarlo todo y tenerla para siempre.

Finalmente culmina el día. Exhausto se afloja la corbata mientras se levanta de su silla de trabajo. Toma el maletín, se despide sin cuidado y como cada día sin voltear, esquiva a plena consciencia esa silla roja a unos pocos metros de él, esa silla una vez ocupada por el maldito error que le arrebató para siempre a la mujer de su vida.

29 mar 2011

La que no escogiste


No escogiste a esa niña que jamás aparecería, ni que mucho lo intentara, en la revista del Country que llegaba cada mes a la sala de tu casa. La que bailaba un poco más que las demás, la que no lograba mantenerse peinada por mucho tiempo. Esa que sin rodeos ni falsas pretensiones pedía un whisky bien cargado en vez de un daiquirí de durazno.

No escogiste a esa mujer inteligente, que sin mucho esfuerzo era capaz de dejarte a ti y a tus ideas en completo ridículo. A la que por demás te enseñó entre risas y conversaciones subidas de tono qué demonios es lo que hace feliz a una mujer.

No escogiste a la de cenas informales, a la que se atreve un lunes cualquiera a comer en el piso de la sala solo por llevarle la contraria a la etiqueta. Esa que no porta el apellido ni lo desfila entre copas, ni se jacta de su educación ursulina.

Te fuiste en cambio por la niña del ganchito en el pelo y la camisa un poco más abotonada. Esa que no opina mucho, pero que siempre está dispuesta a asentir con una agradable caricia en la oreja. Sí, la hija de sutanito, nieta de la señora con la que la abuela juega canasta los domingos, hija del compañero de negocios de papá. De punta en blanco no se le escucha una grosería. Incapaz de pasarse de tragos y habla tres idiomas. Hornea las mejores galletas y habla sin parar de sus días de campamento en Ginebra.

Una última mirada te despide de la mujer de tus sueños, esa que por desgracia no puede aparecer en el portaretrato familiar. Con whisky en mano y frente en alto ella se despide con una sonrisa, sabe que pronto llegará otro hombre que sí logre dar la talla.

10 mar 2011

No hay siguiente escalón


Recuerdo la nostalgia que sentía en cada último día de campamento, esa que se sentía también en el asiento del avión o del carro regresando a casa después de un buen viaje. Todavía puedo recordar con exacta precisión el coctel de sentimientos encontrados de aquél último día que me vestí con el uniforme del colegio.

Son muchas las etapas las vividas, muchos finales, muchos cambios y ciertamente muchos miedos. No soy fan de los libros de auto-ayuda pero no puedo negarle a nadie que "¿Quién se ha llevado mi queso?" reposa entre los libros de mi pequeña biblioteca.

Con cada cierre de una etapa me pongo ansiosa, nerviosa y reacia al cambio. Quiero quedarme por siempre cantando en la fogata del último día de campamento, quiero vivir eternamente en mi nuevo lugar de vacaciones, quiero ponerme los zapatos del colegio hasta el último día de mi vida, quiero seguir saltando del trampolín aunque ya todos hayamos crecido. Las lágrimas son las fieles acompañantes del recuerdo, y los suspiros los propulsores del coraje que necesito para ver qué sigue a continuación.

Me toma un tiempo pasar por mi transición melancólica, sí, ciertamente me toma un poco más de tiempo que a otras personas. Sólo cuando estoy lista, cuando releo el susodicho libro, cuando me preparo para lo que viene deseo subir la mirada, y es ahí cuando veo entonces la escalera de mi vida y fijo la mirada en el siguiente escalón obligatorio. Al quitarme el uniforme del colegio me doy cuenta que ahora viene el blue jean de la universidad. Subir el correspondiente escalón evita que me caiga y no toma mucho tiempo para acostumbrarme a estar un poco más alto en mi escalera. A los pocos días ya hasta volteo victoriosa a ver los escalones que dejé atrás. Me río de mi misma pues no entiendo cómo es que me costó subir. Eso sí, trato de no pensar en ese siguiente escalón que me espera con brazos abiertos y que aún así no deseo visitar.

Hoy ese próximo escalón de brazos abiertos parece haberse ido de vacaciones. Se acaba pronto mi etapa universitaria, mis amigos comienzan a casarse y a encontrar su camino profesional. El nuevo tema de conversación son las anécdotas laborales, los anillos de compromiso, las pasantías que se vuelven contrataciones y las preparaciones para exámenes de post grado. A todas estas comienzo yo a buscar desesperadamente mi próximo escalón, quiero conocer ese pedazo de concreto que me va a sostener. ¿En dónde está ese próximo escalón obligatorio? ¿Será que se acabó la escalera de lo que se da por sentado?

Que fácil era subir escaleras a ciegas y qué difícil se ve ahora caminar con ojos de cautela en una vía que de lejos se ve llena de intersecciones y encrucijadas.

13 feb 2011

Un mundo distinto.


Un plato de pasta al dente, una copa de vino tinto, una melodía de Andrea Bocelli en vivo a centímetros de distancia.

Aire bohemio que refresca, pintura en piso y paredes que parece invitarnos a adentrarnos en su mundo paralelo.

Cada quien en lo suyo, cada quien en lo que quiere. Menos hombres en flux y más personas en bicicleta. Menos tacones y más ropa suelta.

Miguel Angel y Da Vinci no están en los museos, están afuera en cada paisaje visible desde la ventana del autobus que lleva a casa. El fantasma de Dante camina por las calles preguntando direcciones. Todos con un poco de artista, un toque de locura y otro tanto de felicidad.

Puentes que nos regalan vistas inagotables, un aire fresco que se respira más limpio. Un helado es el fiel compañero de la aventura diaria, no importan los kilos de más cuando se siente que se vive en el paraíso.

Un frío agradable, ese que acaricia la frente y te recuerda que cada paso que das vale la pena. Ese idioma que no conoces pero que suena tan familiar y despierta una sed de conocimiento nunca antes experimentada. Quieres ser parte de su código perfecto, quieres presentártele a todos los que van por tu misma calle y conocer su historia mientras se comparte un buen prosecco.

Jardines inmensos, plazas y fuentes, espacios libres. Acostarse en la grama a ver el cielo es genuinamente posible. Los niños corren y ríen sin excesivas supervisiones. Un picnik y un buen libro pueden ser el plan ideal para ver al sol esconderse.

Luego de la cena, un paseo de la mano de un ser querido es el perfecto digestivo y el mejor anticipo para una sueño profundo. Nuevamente la brisa se hace presente para despedir el día.

Mañana se amanecerá de nuevo en Roma, mañana se conquistarán nuevos sueños, mañana se esperan descubrir nuevas sorpresas.. sin olvidar pasar primero por la heladería al salir de casa.
.