11 jul 2016

Todos contra todos

No me enorgullece decir que muchas mañanas tengo que "morir" en el automac de McDonalds con una opción de desayuno rápida que me voy engullendo a toda mecha antes de llegar al trabajo. Cuando me toca esta opción, voy siempre al mismo, y gracias a eso ya soy amiga del encargado de abrir, que siempre atiende en la ventanita. Es un chamo joven, con edad de estar comenzando la universidad y que vive lejos de Caracas en alguna ciudad satelital. El hecho es que en nuestras conversaciones matutinas mientras esperamos que llegue la arepa o las empanaditas y el café conversamos sobre distintas cosas. Me cuenta que debe levantarse todos los días a las 3:30am para estar temprano en Caracas abriendo la tienda, pero que le gusta su trabajo y ayudar a su mamá. A veces tiene problemas con el inventario porque se desaparecen ingredientes y si no se descubre al culpable debe pagarlo él con su sueldo por ser el encargado del turno del desayuno. A pesar de esto siempre tiene una sonrisa, es de esas pocas, por no decir únicas, personas que me atiende como un cliente y no como a un enemigo como se le suele tratar aquí a la gente que quiere un producto o un servicio. Es de esos que me saluda y me pregunta "lo de siempre, chica?".
Hoy, mi amigo de Mc Donalds se veía decaído. Mientras esperamos la arepa con queso me dice que todo parece ser que tendrá un mal día pues lo robaron en la mañana y volvió a desaparecer inventario. Cuando le pido detalles de su anécdota cuenta que le robaron todo lo que cargaba encima en su camino al trabajo y que lo que es peor aún, intentaron dispararle.
Me da una sensación rara en el estómago, en breves segundos me imaginé lo que hubiera sido llegar hoy a encontrarme una tienda cerrada por un encargado que no llegó más. Reflexioné sobre lo frágiles que somos, sobre cómo en un minuto estamos aquí y el siguiente no. Intento darle palabras de ánimo que bien forzadas deben haber sonado porque no me creía una sola palabra de lo que le decía. Saco 500 bs (que es todo lo que tengo en la cartera) y le digo "toma, para el pasaje de regreso". Mi amigo tomó el dinero girando la cabeza ligeramente de lado como con una mezcla de pena y extrañeza y con los ojos conteniendo las lágrimas me dio las gracias"
Me voy rápido al trabajo porque voy tarde y en el transcurso del día olvido por completo la historia. A las 3pm una conversación me recuerda nuevamente la situación de esta mañana: La señora que nos ayuda con la limpieza en el trabajo, a quien quiero y admiro mucho, me pide hablar en privado. Con los ojos aguados (instantáneamente revivo la mirada de esta mañana), me comienza a contar su historia de atraco ayer saliendo del cajero.
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