25 may 2011

Color sepia


Una foto bajo la almohada es todo lo que necesita para dormir, no tuvo hijos ni nietos que le den las buenas noches ni un esposo a su lado para abrigarla en su sueño.

No se siente tan sola como otros pensarían, el amor de su vida la acompaña cada noche en un silencio perfecto capaz de acurrucarla para dormir, tal como lo ha venido haciendo todos estos años. Una imagen borrosa y desgastada muestra el rostro de un joven lleno de vida. El brillo de sus ojos resalta sobre el mundo color sepia que lo rodea. Una mirada que no necesita voz para hablar por sí misma, una sonrisa que no busca esconder el estallido de felicidad que sucede en su interior. Cada centímetro de su semblante se plasma como óleo en lienzo para siempre enamorado.

Su manera de acostarse cada noche ha sido la misma desde el día en que no supo más de él. El dulce de ciruelas que aprendió de su abuela y su taza de manzanilla caliente son sus más deseados placeres nocturnos, los únicos capaces de reconfortarla tras su pérdida. Toma sus lentes y reza el rosario tranquilamente como sabe hacerlo desde pequeña.

Esta noche contempla su foto por más tiempo que de costumbre. Pareciera percatarse por primera vez de cómo el tiempo ha hecho de las suyas. Le duele ver a su amado borrarse, desvanecerse, acabarse con el tiempo. Su memoria es frágil y los años transcurridos son muchos. Le aterroriza que sus recuerdos terminen por desembocar en el olvido junto con aquel pedazo de papel.

Un único pensamiento le resulta reconfortante y la lleva al más placentero de los sueños: tiene la absoluta certeza de que en algún lugar del mundo está él, contemplando una imagen color sepia de esa niña mucho más joven que por temor a desafiar las reglas, le hizo creer que lo olvidaría para siempre.

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