18 ago 2009

La niña de piano, pulseras y le club


Vivo en un país en donde hablar libremente de política en los medios es considerado un acto más que heróico. En donde tener un pensamiento disidente puede ser más que suficiente motivo de cárcel, violencia y amenazas.

Pero también vivo en un país de apáticos. Un lugar en donde la palabra ¨política¨asquea a las personas y las ahuyenta al instante. La "política" es únicamente entendida como partido y no como el deber de cada ciudadano de involucrarse activamente en la construcción y el desarrollo de su patria. Estudio en un medio en donde las palabras ¨Merú¨ ¨playa¨ y ¨le club¨ son probablemente las más escuchadas a lo lejos en cualquier conversación.

Aquellos en los que sí nos interesamos no sólo en política sino en general en el país queremos hacer notar nuestro descontento con el actual gobierno. Queremos llegar a las personas que nos escuchan y lograr despertar un interés activo, no pasivo, sobre lo que sucede. Queremos llegar a los oidos del que piensa diferente, para brindarle una nueva idea y que así él mismo pueda llegar a una conclusión una vez que tiene en sus manos todos los diferentes puntos de vista. Estas cosas las hacemos de una manera diferente según cada quien. En mi caso, mi aporte radica en comunicar. En expresar mi opinión a través de la palabra oral y escrita a través de diversos medios. Considero esto como un ejercicio de depuración y drenaje en donde además creo poder llegar a los ojos y oídos de al menos una persona cada vez.

En mi casa esto se ve con ojos de terror y preocupación. Soy la niña rebelde que busca ser blanco del gobierno. ¿Por qué no nos tocó una hija más tranquila? Sí, de esas que tocan piano, se dedican a hacer sarcillos y pulseras y venderlos y comentar sobre el último video de Shakira. Así no tendríamos que preocuparnos que personas del gobierno la identificaran e hicieran quien sabe cuántas barbaridades con ella...

Lamento decirles que no lo soy, ni nunca lo fui. Desde chiquita odié las barbies y los payasos. Y de grande odio los discursos vacíos, las banalidades y por sobretodo la cobardía. Creo firmemente en la libertad y estoy dispuesta a luchar por ella. Así que lo siento, pero no me dedicaré a vender pulseritas ni limitaré mis palabras a lo que este gobierno decida que es conveniente o no escuchar.

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