6 ene 2013

Cuentos de sala de espera antes de mis 25 #2: Crónicas de peluquería

Una visita en una peluquería en Caracas es algo digno de un estudio serio de investigación y análisis. Si algún estudiante en el área de sociología estuviese por alguna casualidad leyendo esto y aún no ha considerado sobre qué hacer su próximo trabajo de campo, sus problemas han terminado. No importa el tamaño, precio, locación, presencia o no del peluquero que canta y baila Thalía mientras seca el pelo, y demás variables, se mantendrá el patrón conductual de las clientas y podrán obtenerse resultados similares en las variables independientes.
Lo primero que llama la atención al ingresar a (inserte aquí su pelquería de preferencia en Caracas) es la escasa atención con la que uno es recibido por la recepcionista de turno. El videoclip que se observa en las diversas pantallas planas de Htv captan por completo la atención de la persona encargada de brindarnos la mejor y más amable atención, por haber escogido su peluquería frente a las 35 opciones en el mismo centro comercial. Y es que cada centro comercial tiene más peluquerías que cualquier otro servicio. Podemos encontrar incluso centros comerciales sin farmacias, pero nunca sin peluquerías. Cuando vemos un local en remodelación con un letrero que anuncia una nueva peluquería pensamos que está destinada al fracaso por haber tantas otras, solo para darnos cuenta al mes siguiente de la excelente idea de negocio que resultó. Las prioridades de gasto en el país parecen estar claras, pero sobre ello creo que se ha escrito bastante.
Sin mucho esfuerzo y en poco tiempo uno es direccionado al área de lavado de pelo, sin tener la menor idea de cuándo y por quien será atendido. Es ahí donde uno mismo debe sacar un estimado de tiempo, y si nos sentimos aventurados (o aburridos), podemos hacer cálculos de probabilidad para determinar el porcentaje de chance de que nos toque el peluquero/a que nos gusta. Para ello debemos calcular el número de clientes que están siendo atendidos, restarle el número de manicuristas que voluntariamente deciden tomar su hora libre y abandonar su puesto de trabajo, dividirlo entre el número de niños corriendo alaeatoramente en la peluquería, y sumarle la cantidad de Blackberries que caen accidentalmente en el agua. El cálculo no falla. Una vez atendido uno recupera las esperanzas en la humanidad, toma su revista y se dispone a relajarse. Es aquí cuando salen a relucir las conversaciones de las personas que tenemos a nuestro alrededor que, debido al ruido, deben hablar en un tono de voz tal que todos nos enteremos de lo que cada uno tiene que decir. Al principio cuesta descifrar entre conversaciones, es tarea de todo un veterano poder separar cada una y aislar el sonido de los secadores y Pitbull de fondo para escuchar algo más que un caos indefinido.
Existen temas recurrentes, que no importa la fecha, permanecerán con absoluta vigencia ayer hoy y siempre: • Aló Ciudadano: Este es el tema favorito de las señoras en una peluquería. Comentan entre ellas el episodio anterior, como si de una novela se tratase, para demostrar que están al día con todo lo sucedido. El problema radica en que de alguna manera termina siendo igual de importante el nuevo proyecto de ley comentado la noche anterior como la terrible combinación de ropa y accesorios que escogió Sheina Chang. Lo mismo sucede con Buenas Noches pasando a tomar mayor relevancia el atuendo y la montura de lentes de Carla Angola que el contenido de la entrevista realizada a Manuel Caballero. • Anécdotas familiares sorprendentemente personales: Es bien sabido que a la mujer venezolana le gusta atenderse con la misma manicurista, depiladora, peluquera. Un arte que aún desconozco cómo pueden lograr dada la cantidad de personas y lo dificil que resulta pedir cita en una peluquería. Aún así, entre la confianza y camaradería que solo se cultiva en años de relación entre una clienta y su peluquera, la intimidad de los cuentos sobrepasa todo límite racional. Se revelan secretos familiares, infidelidades, traiciones, enfermedades y tragedias. Las historias de todo lo sucedido en los viajes de verano tampoco puede faltar. • Tráfico en Caracas: Si bien es innegable que este es un tema delicado en nuestra ciudad que verdaderamente afecta nuestra calidad de vida, a veces sorprende no solo la recurrencia sino la duración con la que una persona puede pasar quejándose del mismo. Escuchar por unos cinco minutos como el choque en la Francisco de Miranda retrasó una cita de trabajo importante es completamente natural, el problema está en que esto se torna magicamente en una competencia de quién ha estado en la mayor tranca, quién ha visto el choque múltiple más impresionante, y quién tuvo que permanecer más tiempo en el carro con el aire apagado para que no se recalentara. Este recordatorio del tráfico citadino dificilmente puede compaginarse con el aura de tranquilidad que uno busca al entrar a una peluquería. • Operaciones estéticas: La peluquería resulta el escenario perfecto para hacer alusión a la belleza. Como toda conversación femenina, que comienza con aires de trivialidad y termina convirtiéndose en una férrea competencia, las operaciones estéticas no pueden faltar. Llama la atención de que en vez de querer esconder estas operaciones quirúrgicas e intentar aparentar naturalidad en los atributos físicos, aparentemente gana quien haya ingresado más veces al quirófano. Las recomendaciones de médicos e intercambio de tarjetas de contacto son idóneas para este momento.
Por último, en aras de completar nuestro informe, no podemos dejar de mencionar situaciones recurrentes que se mantienen en las peluquerías, tal y como he señalado anteriormente, sin importar de cuál se trate. • Infante menor de 8 años en manicure y pedicure: Recientemente ha explotado el boom de peluquerías para niñas que deberían estar preocupándose por jugar con muñecas. Se han abierto incluso una serie de peluquerías especiales para niñas donde lo último que hacen es cortarles el pelo. La escarcha, la pintura de uñas morada y los peinados de trenzas más complejos alguna ves vistos por el hombre decoran las paredes del local en fotos. Las niñas se ven forzadas a preocuparse por su apariencia física y el crecimiento de cutícula antes de aprender a multiplicar. Podemos verlas acompañando a sus madres en la “peluquería de grandes” y siendo debidamente atendidas por una manicurista mientras su pelo es secado cuidadosamente. Suponemos que la criatura no llegará jamás a jugar con plastilina ni correrá para no arruinarse el secado. • Fracaso en peinado adolescente: No importa qué día asistamos a la peluquería, siempre habrá alguien que esté ahí por una graduación, matrimonio u ocasión afín que requiera un peinado más formal. Es aquí donde observamos a una adolescente al borde del llanto mirandose melancólicamente al espejo mientras la peluquera, ignorando la existencia de cualquier problema, rocía sonriente litros de laca mientras observa complacida el acabado de su más reciente obra de arte. • Señora que llega con regalos para todo el personal: No puede faltar la señora de edad comprendida entre 40 y 60 años, pelo usualmente amarillo-Barbie que es la mejor amiga de todo el personal. Al llegar de viaje trae regalitos y los reparte pública y ruidosamente entre todas, como si se tratase de dejar claro quién es ella en la peluquería. Por supuesto se sabe el nombre y apellido de todas y cada una de las peluqueras así como el de sus hijos para quienes también trae un regalo. A todos nos queda claro que ella es la favorita, misión cumplida.
Esta es la dinámica de las peluquerías en Caracas. Un mundo caótico que a pesar de sus excentricidades y locuras es capaz de hacernos olvidar un mal día. El lugar predilecto que nos espera con una revista y una tasa de té caliente de donde sabemos que saldremos sintiéndonos como queremos: bellas y felices.

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