8 ene 2013

Cuentos de sala de espera antes de mis 25 #4: Mujer al volante

Quiero comenzar esta reflexión con la firme intención de desmitificar el paradigma de todo hombre de que la mujer venezolana no sabe manejar. Cada vez que me estaciono en paralelo en un espacio pequeño sin mayor dificultad, me siento segura de mí misma al defender esta idea. El problema es que justo al bajarme del carro veo a una mamá al volante, en una de esas van de hacer poul más largas que un autobús escolar, completamente atorada en el estacionamiento, adelantando y retrocediendo infructuosamente mientras unas cuantas personas se detienen a ver el espectáculo. Instantáneamente se cae por completo mi teoría y cabizbaja me resigno a no defender con tanta pasión al cromosoma XX. Está bien, lo acepto, no todas las mujeres nacieron con el don de manejar. También acepto los estudios científicos sobre las habilidades espaciales, mucho más desarrolladas en los hombres que en las mujeres, que les son útiles a la hora de presumir sobre su manejo.
Debo comenzar por aclarar que decir que manejo bien es relativo. Debo decir pues que manejo muy bien un carro automático. Nunca aprendí a manejar sincrónico porque mis padres no consideraron necesario que su pobre hija tuviera que pasar por la tortura de un cloche en una cola caraqueña. Agradezco la noble intención pero el resultado es que a la hora de ser acompañante de una persona que se pasó de tragos y tiene un carro sincrínico no puedo intentar salvar mi vida ofreciéndome a manejar (encontrarán la respuesta en el post anterior sobre hijos únicos) Mi únicos infortunios al volante constan en haber explotado dos cauchos por montar accidentalmente el carro en una acera, y un pequeño rayón contra una pared en el estacionamiento de Mc Donald´s que se quitó con echarle un poco de Coca-Cola. Esto comparado a la compañera de clases que se llevó por delante con el carro la dispensadora de tickets en el estacionamiento de Galerías Prados del Este, suena bastante aceptable. Uno pensaría que las constantes colas citadinas reducen considerablemente el riesgo de accidentes. El problema es que la mujer se las ingeniará para convertir una cola con el carro completamente detenido con freno de mano arriba en una situación de potencial riesgo. Es en estos momentos donde consideramos apropiado maquillarnos, ponernos crema corporal humectante, abrir el Código Civil para estudiar para el examen, y hasta ¿por qué no? terminar la maqueta de palillos de arquitectura que llevamos incompleta a clases por falta de tiempo. Mágicamente hemos hecho posible un choque múltiple de 5 carros en la cola de El Cafetal a las 7:45am.
Manejar en Caracas no es facil; ser mujer y tener que manejar en Caracas, menos. Considérome afortunada y bendecida de decir que aún no he sido asaltada en la autopista por el celular. Esto no implica que no haya pasado los sustos respectivos cuando se pasa por al lado de un funeral de motorizados, momento en el cual uno dice sus últimas palabras y se dispone a saltar del vehículo en el minuto apropiado. Si manejamos solas de noche somos diferentes, parecemos recobrar la confianza perdida en el día. Fitipaldi juega carritos al lado de nosotras. No hay hueco en la calle que justifique bajar la velocidad, aunque ello implique que dejemos el motor en el camino al pasar sobre él. De noche hay menos monotirzados y sin duda alguna menos transeúntes, esto implica que se reduce considerablemente la posibilidad de atropellar a alguien lo cual nos da confianza de ser las pilotos que soñamos y nunca lograremos ser. Llegamos en 5,7 minutos a un lugar al que usualmente nos tomaría 40. Un sueño hecho realidad. Ser mujer y estar sola al volante tiene sus riesgos mucho mayores a llevarse por delante la dispensadora de tickets o explotar los cauchos. Para las que no tenemos el novio predilecto que nos busque y deje en la puerta de nuestras casas a la hora solicitada, la situación se torna aún más complicada. A los 24 años llegué a la lamentable conclusión de que no importa si llegue a los 40 y siga viviendo con mis padres, tendré una hora de llegada siempre que maneje sola. Para las niñas, adolescentes o mujeres hechas y derechas que se sientan identificadas con esto: comprender que el problema no es la edad sino la situación del país es el primer paso. Lograremos superarlo, un día a la vez.
Pedir colas se ha convertido en todo un arte y habilidad adquirida de la mujer soltera. Así uno viva en Sabaneta del Hatillo, desarrollará con el tiempo el don de pedir elegante y elocuazmente la cola en una reunión en Altamira, como si de un favor trivial se tratase. De lo contrario, estamos condenadas a vivir permanentemente encerradas en nuestras casas con el mayor puntaje en los juegos de Faecebook entre nuestros conocidos. A los hombres que lean estas líneas y se sientan identificados con el roll de chofer que ejercen después de las 10 de la noche, estas palabras son en honor a ustedes. Sabemos que no solo se trata de dejar a la novia en su casa, se trata de buscar y dejar a las amigas de la novia en sus respectivos hogares, sin importar si una de ellas es de hecho la del ejemplo de Sabaneta del Hatillo.
Esta es la realidad de las incomprendidas mujeres venezolanas al volante. No me adentro en el tema de la ubicación y las direcciones porque ahí me vería forzada a incluirme dentro del prototipo. Sí, acepto un GPS de cumpleaños, gracias. En todo caso, de cada una de nosotras individualmente dependerá la misión de mejorar nuestra terrible fama en cualquier situación de manejo: una acción más y un choque menos por vez. En aras de cumplir este sueño dejo el siguiente mensaje: sepan señoras madres y representantes que no es necesario comprar una van de diescicies puestos, ud verá como los hijos sí caben inténtelo. Este será el primer paso para una mejor vida y una esperanza para el bienestar del tránsito en Venezuela.

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