13 abr 2010

De vuelta a la jungla

No entiendo por qué hoy el señor que atiende el cafetín de mi universidad, sentado en su puesto de trabajo detrás de la caja registradora, me ve de arriba a abajo con cara de que lo estoy molestando y me manda bruscamente a la caja de al lado, como si yo le acabara de faltar el respeto por pensar que él estaba haciendo su trabajo.

No entiendo por qué dos veces en un mismo día en lugares diferentes al pedir Nestea me sirvieron Lipton.

No entiendo por qué todas las mujeres de mi universidad llevan puesto el mismo reloj horrendo de color chillón, cuando se supone que ya una vez pasada la adolescencia se tiene la edad suficiente para tener personalidad propia.

No entiendo por qué en la lluvia de ayer pasó un carro a toda velocidad emparamando a unas pobres personas que se resguardaban amontonadas en el techo de una parada de autobus.

No entiendo por qué nunca puedo llegar a mis clases de la mañana, cuando cada vez me levanto más temprano para incorporarme a la cola.

Definitivamente sólo bastan unos pocos días de viaje para que, al volver, nos sintamos cual naúfragos intentanto sobrevivir en la peligrosidad desconocida de una jungla salvaje.

4 comentarios:

Fabiana D'Alba dijo...

coye mats... el síndrome de I hate to be back
yo no sólo vi a una caraja con el mismo reloj que yo -pero de colores chillones- sino los mismos zapatos
casi que voy y le digo "tu eres pajua chica?"

Anónimo dijo...

Mira, sobre el reloj chillón, sólo puedo decirte que tienes razón, pasada la adolescencia la gente DEBERÍA tener su propia personalidad y ser fiel a la misma... Peeero, la verdad es que no la tienen! No son más que pobres borregos (por eso existe la moda).

Y sobre el individuo que no hace su trabajo, sobre el que moja a los peatones a propósito, sobre los que te dan un producto cuando has pedido expresamente otro... Pues, ya no tenemos que preguntarnos por qué está tan deteriorada y degenerada nuestra sociedad, si ÉSOS son sus miembros, ¿cómo podría no estarlo?

Patri S. dijo...

A veces, yo tampoco entiendo. Y entre tanto maltrato recibido y reflejado en la calle, por dentro me quejo, hasta lloro; cómo puede haber tanta agresividad y tercermundismo? Pero regalo una sonrisa. Sí, amablemente dejo pasar en la autopista al que se colea, para que no me choque. Doy gracias de manera calmada a quien me atiende mal, porque seguramente muchos lo han insultado y sigue en lo mismo, mientras con mi rostro calmado le hago saber cuán patán ha sido pero sin amargarme y quizá, sólo quizá, en algún microsegundo del día, pueda reaccionar esa persona. De no ser así, por lo menos no terminé amargandome o enjugado un par de lágrimas, típico de un viernes en la noche, cansada, obstinada y paranóica de tantos motorizados.

Un beso.

Pedro Mancera dijo...

Jajajaj tampoco entiendo al señor del cafetin , compro solo por que es el unico que está abierto en la mañana. Pareciera que le molestara vender. Creo que el unico que atiende bien es el del nacional

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