16 oct 2009

Reflexión de un viernes en la mañana


Después de muchas horas de cola y muy pocas de sueño en esta semana finalmente llegó el viernes. Cuando por fin llego a la Universidad y encuentro puesto de estacionamiento en una subida observo a uno de los vigilantes haciéndome señas con las manos a lo lejos. En ese momento me provoca bajar el vidrio y descargar todo mi estress y cansancio acumulado (¿acaso media universidad se podía parar ahí menos yo?). Decido respirar profundo y entender que ni la cola, ni el horario matutino, ni el estress constante en el carro de que me roben el celular eran culpa del señor independientemente de lo que me fuera a decir. Puse pues mi mejor cara, bajé el vidrio y con la voz más delicada que pudo salirme pregunté si no me podía estacionar ahí.

Para mi grandísima sorpresa el señor me sonrió, y muy amablemente me dijo que sólo me estaba ofreciendo su ayuda para estacionarme, ya que no era facil hacerlo en subida. En seguida le sonreí de vuelta. Acto seguido procedió a ayudarme y hasta paró los carros que venían para que pudiera retroceder con facilidad. Cuando me bajé del carro quise preguntarle su nombre para darle las gracias pero me dio pena y opté por las gracias a secas.

Al llegar al cafetín me senté en una mesa a conversar con unas amigas mientras esperaba que comenzara mi clase. Para mi sorpresa el tema de conversación fue precisamente el de los empleados de la Universidad. Todo comenzó porque uno de los señores que limpiaba la mesa saludó a una de ellas con mucho cariño ¨Epa Mafe, mira se quedó un bulto en esta mesa!¨. Sorprendida por esta confianza le pregunté a mi amiga que por qué él sabía su nombre.

Me comentó que desde su primer día ella se había esmerado en darle el mejor trato posible a todos los trabajadores de la Universidad y que con el tiempo había obtenido su amistad. ¨Una de las señoras que limpia me cuenta de sus problemas con su hija adolescente y su miedo de dejarla salir en las noches en el barrio. Un día la llevó a la Universidad sólo para que yo la conociera", "Ellos me agradecen mucho que les hable, me dicen que aquí mucha gente los trata mal¨ ¨Una vez se perdió un Blackberry, el que ves ahí limpiando lo llevó al de la caja. Cuando un chamo vino a buscarlo a la mesa y no estaba le empezó a caer a gritos diciéndole que se lo había robado. Por eso ahora me dijo que cuando ven algo perdido no saben si agarrarlo y entregarlo o mejor dejarlo ahí para no meterse en problemas¨

Boquiabierta escuchaba la conversación, y por mi mente no dejaba de pasar la idea de que después de tres años de carrera no me sabía el nombre de ni una sóla de esas personas que trabajan día a día desde muy temprano en la mañana por mí y por todos nosotros para que tengamos mesas limpias, para tener agua en los bebederos, para tener qué comer en los almuerzos, para podernos estacionar bien...

Mafe no sabe que tengo un blog ni mucho menos sabe cómo me inspiraron sus palabras el día de hoy, pero gracias a ella puedo decir con toda seguridad que el día que vuelva a ver al del estacionamiento que me ayudó no dudaré en preguntarle su nombre y darle las gracias como Dios manda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es bueno que tu amiga Mafe te haya hecho reflexionar.

Con la gente que trabaja en mi universidad nunca tuve mucho trato, porque yo evitaba dirigirle la palabra a cualquiera en la universidad a menos que fuera estrictamente necesario (y a cualquiera, era a profesores, alumnos, empleados, obreros, vigilantes...); ya sé, conducta asocial o misantrópica, pero ésa es la verdad y no la niego.

Pero, sabes? A mí, la gente que más me ha sorprendido con su buen trato y su amabilidad, es esa gente con la que uno normalmente no tendría mucha confianza.

Por ejemplo, hay una oficina que debo visitar con frecuencia, y tengo que saludar a todo el mundo porque así lo manda la buena educación, pero no paso de un "Buenos días". Pero la señora de la limpieza es la única persona que me sonríe al responderme, la única a la que me nace preguntarle cómo le va, la que me pregunta si quiero un cafecito cuando ve que tengo frío...

Igual me ha tocado trabajar en pueblitos donde no hay prácticamente nada, y la gente más humilde, con la que a primera vista se diría que no tengo nada en común, ha sido la que me ha indicado una dirección cuando la pido, han sido los que me han prestado su porche para guarecerme mientras llueve, los que me han prestado un baño, los que me han ofrecido un vaso de agua...

Por eso ahora que ha despertado en ti el deseo de conocer a las personas que trabajan para tu comodidad, te recomiendo que no dejes que se vuelva a dormir; verás que te llevarás muy gratas sorpresas.

María Teresa Toro dijo...

¡Muchísimas gracias por tu comentario y compartir tu experiencia!

Me encanta darme cuenta de que existan más personas que hayan hecho antes esa reflexión y que la pongan en práctica.

Prometo que ese deseo no se dormirá. Gracias de nuevo

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