22 sept 2010

5:30 AM


El smog matutino es quien me da la bienvenida al levantarme y abrir la cortina. Un intento de amanecer no siempre definido me acompaña a despertarme. Abrir los ojos no es el verdadero reto, sino levantarse de la cama.

Basta asomarse por la ventana y ver la cola en la puerta de tu casa para que cualquier meta a cumplirse ese día se vea completamente imposible de lograr. Las cornetas entrecortan la conversación que trato de llevar con mis padres y un café bien cargado en mano. El celular atiborrado de correos y mensajes bien temprano en la mañana es tan sólo un abreboca de lo que vendrá ese día. Se me ocurre abrir Twitter para informarme de lo que sucede. Las palabra "colas" y "trancas" invaden mi Timeline. Como que mejor desayuno con calma, pienso. Igual ya no llego.

A fin de cuentas el caos está afuera y no puedo hacer nada para remediarlo. Me tomo mi tiempo para salir, a veces me tomo mi buen tiempo. Finalmente, cuando ya no puedo servirme otra tasa de café y no existe otra excusa posible que me mantenga en la paz de mi hogar, tomo aire y con un impulso valiente salgo por la puerta a llamar al ascensor. A ver que será lo que me depara hoy la ciudad-jungla en la que me tocó vivir.

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