7 abr 2011

Otro día


Pasa las noches en un estado consciente difícilmente asimilable al sueño. El inexorable sonido del despertador le recuerda su suerte y con su desafiante tono lo reta a intentarlo una vez más. Luego de tomar un baño frío y vestir su indiferencia toma una barra de granola y su termo de café negro, sus dos nuevos acompañantes desde el día en que descubrió que le tocaría desayunar solo por el resto de sus días.

Se ajusta esa corbata que escogió sin mucha atención antes de montarse en el carro, e inevitablemente recuerda cómo ella solía amarrársela a diario como preámbulo de un beso, una risa y una que otra picardía matutina.

Su día de trabajo no se diferencia de la pesadilla en la que se ha convertido las últimas semanas. La redacción de contrataciones internacionales se ven vilmente interrumpidas por el intoxicante aroma de su cuello. Firma sin cuidado liquidaciones al tiempo que dibuja en su mente el recorrido de su espalda. Negocia con clientes intentando alejar el sonido al oído de su respiración que invita a dejarlo todo y tenerla para siempre.

Finalmente culmina el día. Exhausto se afloja la corbata mientras se levanta de su silla de trabajo. Toma el maletín, se despide sin cuidado y como cada día sin voltear, esquiva a plena consciencia esa silla roja a unos pocos metros de él, esa silla una vez ocupada por el maldito error que le arrebató para siempre a la mujer de su vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué duro! Y tan real...

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